lunes, 15 de diciembre de 2014

El Criollismo en hipanoamerica

El Criollismo

Influido por el naturalismo, este movimiento literario buscó retratar la vida y costumbres del mundo popular, identificando así los rasgos distintivos de la identidad local. En Chile, su máximo exponente fue Mariano Latorre. 

El criollismo en Hispanoamérica, como movimiento asociado a las letras nacionales, surgió a fines del siglo XIX, en medio de un menosprecio generalizado por el mundo campesino y una tendencia a privilegiar la ciudad como centro de desarrollo de las nacientes repúblicas de la región. Sin embargo, gracias a los primeros exponentes del Naturalismo, comenzó a variar la atención de intelectuales y escritores hacia el universo rural, para retratarlo por medio de un registro "objetivo" y contribuir así a su conocimiento. Así, Alberto Best Gana introdujo en sus novelas una incipiente preocupación por el mundo del campesinado.

A comienzos del siglo XX, el Criollismo encontró su apogeo, al incorporar en los motivos literarios la preocupación por el campesino, conocido en Chile como "huaso". Entonces aparecieron los tópicos que, a partir del Criollismo, incorporaron a la narrativa chilena al fenómeno hispanoamericano del Mundonovismo.

Las obras literarias adscritas al Criollismo son, en su mayoría, de carácter épico y fundacional: si estas, como afirmaba su máximo mentor, Mariano Latorre, interpretaban "la lucha del hombre de la tierra, del mar y de la selva por crear civilización en territorios salvajes, lejos de las ciudades", esta lucha siempre aparecía en desventaja para el hombre frente a las fuerzas telúricas y terminaba generalmente en la derrota. Lo mismo ocurre cuando los personajes se enfrentan a un estado social jerárquico o a las fuerzas de la elite dominante. La concepción de la novela criollista es ciertamente épica, pero lo que más caracteriza a los cultivadores del criollismo es su anhelo de convertir la "chilenidad", en su múltiple y variada fisonomía, en entidades estéticas de valor universal, planteados en un lenguaje propio de los grupos sociales que pretenden mostrar.

El escritor que más contribuyó para el desarrollo de una "poética" criollista y que además la puso en práctica, fue, sin duda, Mariano Latorre; para Latorre la estética criollista es fundamentalmente "cognitiva y didáctica", como señala Dieter Oelker en el Diccionario de Movimientos y grupos literarios en Chile. Efectivamente, Latorre, además de poner en duda la razón primera del término criollista, que es reductivista y peyorativa en las acepciones que le dieron Augusto D'Halmar en su crítica a Sub-Terra de Baldomero Lillo, en 1904, tratándolo de "zolaina" y "descriptiva hasta decir basta"; y, posteriormente, tanto Hernán Díaz Arrieta, que lo considera como "un reflujo del naturalismo francés", en La Nación del 20 de diciembre de 1925; Raúl Silva Castro, que lo tilda de incapaz de "animar" a los personajes que resultan "ahogados" por el ambiente; y la crítica de los imaginistas, como Salvador Reyes y Luis Enrique Délano -quién posteriormente abandonó esta estética, sumándose a una concepción de la literatura socialmente comprometida-, que lo cuestionaba por su carácter extremadamente mimético y su falta de imaginación para construir mundos propios. Latorre emprende su defensa desde una perspectiva identitaria de la "chilenidad", y, por extensión, podríamos decir de lo latinoamericano. Así, para Latorre, "ahondar en el rincón es la única manera de ser entendido en el mundo"

Lo cierto es que si bien el problema del criollismo es complejo, tanto por la variedad de autores, época y enfoques, concretamente es una tendencia que se identifica con su contexto espacial -ya sea rural, urbano o marítimo- y tiende tanto hacia el registro de la realidad como al establecimiento de ciertas tesis que varían según los contextos espaciales y epocales, sobre la compleja sociedad chilena.

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