Floriano Martins
LA MODERNIDAD DE LA POESÍA EN HISPANOAMÉRICA
(Traducción del portugués por Benjamín Valdivia)
1
Hay un equívoco básico siempre que se realiza algún abordaje a
la poesía hispanoamericana, que es precisamente el de tratarla como una
condición continental, sin percibir las singularidades existentes en
cada uno de los países que componen Hispanoamérica, 19 en total.
Paralelamente, un viejo vicio de catalogar toda la materia humana ha
llevado hacia algunas apreciaciones inconsecuentes, entre ellas una que
confunde el grado de influencia de un autor con la importancia real de
su obra, o sea, su substancia estética. Es lo que sucede cuando se
piensa en cuáles son los fundadores de la modernidad en la poesía
hispanoamericana. Antes de señalar un caso concreto, quiero observar que
no suscribo el término fundador, pues una creación poética no es un
acto aislado en el tiempo, de modo que en ella la invención y el diálogo
se fusionan, sin que existan por separado. El término se menciona aquí
porque lo utiliza Saúl Yurkiévich, en su libro Fundadores de la nueva
poesía latinoamericana (Editorial Ariel, 2ª ed., Barcelona, 1984). Sin
embargo, con dicho título, el libro recoge solamente ensayos referentes a
poetas hispanoamericanos: César Vallejo (1892-1938), Vicente Huidobro
(1893-1948), Jorge Luís Borges (1899-1986), Oliverio Girondo
(1891-1967), Pablo Neruda (1904-1973), Octavio Paz (1914-1998), José
Lezama Lima (1910-1976). La primera edición no incluía a Lezama Lima.
Siguiendo al autor, la inclusión del poeta cubano ampliaba el libro
"desde la idea taxativa de vanguardia hasta la más dilatada de
modernidad". Me atengo a algunas ponderaciones, sin que constituyan
propiamente una crítica particular al trabajo de Yurkiévich.
Según parece, los siete poetas elegidos lo son desde un punto de
vista emblemático. Si es así, sorprende que la poética de cada uno no
sea abordada en un sentido comparativo con la de los demás. No se
menciona allí un intercambio de experiencias o una relación estética,
posible o imposible. Cada poeta es estudiado aparte, como si
constituyera un fenómeno aislado en el universo de la creación poética.
Tampoco se hacen referencias a otros poetas o a otras instancias en
países distintos a los que pertenecen los siete elegidos. Se reduce, por
lo tanto, el ámbito de la poesía hispanoamericana a cinco países, a
saber: Argentina, Chile, Cuba, México y Perú. La connotación emblemática
sería plenamente válida, en caso de observarse aquellos pormenores
mencionados aquí. Al no hacerlo, el autor no cae en descrédito. No es
tan simple. Tratándose de la poesía que se hace en Hispanoamérica, en lo
que atañe a su comprobada importancia, zona carente de una más profunda
discusión estética, la contribución de Yurkiévich asume un carácter
desvirtuante.
La idea restrictiva de comprehender cada poética como un
fenómeno aislado tiene implicaciones más extensas y se verifica en
varios casos, específicamente en el plano de que trata el presente
ensayo (en verdad, una primera propuesta de lectura abierta de la poesía
hispanoamericana en su totalidad). Tiene raíces en algunos de los
fundadores otorgados por Yurkiévich. Los chileno Huidobro y Neruda sólo
abogaban por su propia causa, y desconocían toda forma de diálogo con
sus pares. Octavio Paz, a su vez, promovió criminosas sesiones de
ocultamiento de decisivos desdoblamientos poéticos en Hispanoamérica, a
modo para llamar sobre sí las atenciones que de otra forma serían
relativamente menores. Al contrario de ellos, el carácter de Lezama Lima
se basaba en el diálogo, fuente de toda riqueza humana.
Otro aspecto a ser observado es el dislocamiento del eje central
de interferencia de cada uno de los elegidos por Yurkiévich.
Consabidamente el comunismo de Neruda influyó más en su reconocimiento
de lo que propiamente hizo su poesía. El ensayista enorme que es Octavio
Paz dio abrigo al poeta no igualmente extraordinario. La gran
contribución del argentino Borges no radica exactamente en su poesía,
sino antes en la excepcional fusión de género que alcanzó, aspecto éste
que merecería otra aproximación. En la masmédula (1954) es una empresa
tardía, aunque constituya la mejor experiencia, en tal aspecto, en toda
la poesía hispanoamericana. Sería interesante discutir, forzosamente en
otra oportunidad, las relaciones entre ese libro de Girondo y el
capítulo final del largo poema Altazor (1931), de Huidobro.
Dice Yurkiévich que, desde Darío, Huidobro sería el siguiente
hispanoamericano en provocar "una renovación literaria en España",
añadiendo que "ayuda a sus contemporáneos a demoler las pagodas
modernistas". Y todavía más, que " en esta acción, Vallejo y Neruda son
en parte sus tributarios, como Borges lo es en su inicio". Claro que se
refiere al Ultraísmo que cultivara Borges en la adolescencia y del que
posteriormente abominaría. El exhibicionismo formal de las vanguardias
fue reconfigurado rápidamente, de modo que tales experiencias se
encuentran hoy dentro de una instancia museológica solamente. Un buen
ejemplo serían algunos libros de Huidobro, entre ellos Horizon carré
(1917), Ecuatorial (1918) y Poemas árticos (1918).
Por cierto, aquí cabría un paréntesis en función de que
Yurkiévich considera los libros de Huidobro escritos en francés como una
"claudicación del americano que, deslumbrado por Europa, quiere ocultar
su origen". Sería Infantil referirse así al bilingüismo de alguien que
llegó a escribir seis libros en el idioma del país en el que residía
entonces. Existen innumerables casos de bilingüismo en lo que toca a la
creación poética, y su lectura merecería un tratamiento menos afectado.
Para no excederme en ejemplos, citaría tan sólo las aventuras poéticas
bilingües paradigmáticas llevadas a término por el peruano César Moro
(1906-1956) y el ecuatoriano Alfredo Gangotena (1904-1944), cuya obra
fue escrita parcialmente en francés y español. Concluida la breve
digresión, retomo el asunto: desde el punto de vista poético, de
renovación estética, tan sólo dos nombres deben ser considerados entre
los siete hasta aquí señalados: Lezama Lima y Huidobro.
Al preparar la Antología de la poesía hispanoamericana
contemporánea 1914-1970 (Alianza Editorial, Madrid, 1971), José Olivio
Jiménez observa, dentro del prólogo, que el modernismo en Hispanoamérica
se limita a aquellas figuras más difundidas, a ejemplo de Vallejo y
Neruda. En los 37 poetas que selecciona, podemos percibir una mayor
presencia de países. Allí están Colombia, ecuador, Nicaragua, Paraguay,
Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela, amén de aquellos
atendidos en el libro de Yurkiévich. La lectura de los dos libros
sugiere algunas extrañezas, entre ellas la de que es una tarea tramposa
intentar separar a los autores pertenecientes al modernismo y la
vanguardia.
El enfoque más amplio del libro de Olivio Jiménez, con todo, no
debe ser excesivamente considerado, pues se trata de una antología. Mi
recurrencia a ella apunta al acto de que las referencias de la poesía
que se hace en Hispanoamérica no radican solamente en aquellos siete
nombres indicados por Yurkiévich. Para eso, es esencial la lectura de La
máscara, la transparencia (FCE, México, 1985), de Guillermo Sucre. El
libro tiene el atractivo subtítulo de Ensayos sobre poesía
hispanoamericana, o sea, no se propone agotar el asunto en sí. Aunque no
es tan abarcante, en cuanto a países, como la antología de Jiménez, es
un libro fundamental porque pone en discusión la importancia correlativa
de un poeta frente a otros. Un primer capítulo, con todo, apunta hacia
una situación de aparente proximidad con la defendida por Yurkiévich.
Elige a Huidobro, Vallejo, Borges, Lezama, Paz y Roberto Juarroz, éste
último nacido en 1925, por lo tanto, 11 años después del mexicano Paz.
Pero no lo hace sin antes aclarar que destaca esos poetas no para
demostrar algo, sino para "poner a discusión un sistema de relaciones y
contrastes". De inmediato se percibe la ausencia de Neruda y Girondo. La
implicación de esa otra lectura es que importa una poética y no una
política.
Este libro de Sucre es fundamental por dos razones: en primer
plano, su amplitud, una vez que nos da una visión lo más abarcante
posible sobre la poesía realizada en Hispanoamérica. En segundo lugar,
su visión crítica se basa en una aprensión estética admirable, que se
constituye en el mejor tratamiento crítico de que dispone esa poesía, a
partir de una vivencia interna, siendo Guillermo Sucre venezolano de
origen a la vez que un poeta notable.
Se comprende, hasta el momento, que hay un cierto engaño en lo
que dice respecto a la comprensión del fenómeno poético en
Hispanoamérica. De hecho, lo hay. No atribuiría la responsabilidad de
tal aislamiento sino a los aspectos geográficos, políticos y las
difíciles relaciones con España. Hay innumerables aspectos, que incluyen
relaciones diplomáticas y peculiaridades personales, intransigencias de
todo orden. No me refiero aquí a un conocimiento nuestro, de los
brasileños, respecto de esa poesía. Si así lo hiciera, tendría que
añadir el hecho de que demos completamente la espalda a Hispanoamérica.
Incluso el tan promocionado MERCOSUR, asume apenas una consonancia de
mercado. No tenemos, los brasileños, el entendimiento de que hay una
cultura latinoamericana. No se trata de un elemento reductor, de cuño
regionalista. Hay una comprensión de lo que es Francia y de lo que es
Europa, por ejemplo. No tenemos noción de lo que es Brasil y América,
hasta adoptar la falsedad de que América sean los Estados Unidos.
América se llama Bolivia, Cuba, Haití, Paraguay, Puerto Rico, República
Dominicana, toda la escoria despreciada por la prepotencia
estadounidense, y que tratan de incorporar países como México, Argentina
y Brasil.
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